La gente de Estudiantes esperaba “dulce” el choque con Atlético: la (inusual) derrota en el clásico con Gimnasia no hizo mella en su optimismo actual. El “decano”, en tanto, viajó en un estado anímico ubicado en las antípodas: preocupación al por mayor, tras la sucesión de partidos sin victorias (caída frente a San Lorenzo con “affaire” Espinoza incluido, frescos aún en la memoria) y la lenta pendiente abajo en ambas tablas.
Con Eduardo Domínguez los “pinchas” sienten que otra vez un técnico cercano a su paladar ocupa su lugar en el banco. Y salvo la caída reciente en el Bosque, los demás partidos bajo la conducción del yerno de Carlos Bianchi, incluido por Copa Sudamericana ante Oriente Petrolero en Bolivia, se contaban por victorias. Nadie extraña a Abel Balbo en el terruño del Doctor Carlos Salvador (Bilardo).
Toda esta buena onda reinante se percibió en el estadio “Jorge Luis Hirschl” desde temprano. Los hinchas que se acercaban a la avenida 1, entre las calles 55 y 57, se vieron sorprendidos por dos cortes de luz casi sucesivos que afectaron a la Ciudad de las Diagonales. Un chiquito que iba de la mano de su padre le preguntó: “¿y ahora? ¿Se suspende?”
No, apenas fue un susto. Y el “pincha” pudo volver a recibir a Atlético, un nombre que quedará por siempre grabado a fuego en la historia del anfitrión. En definitiva, fue el “decano” el invitado de lujo en la inauguración del nuevo coliseo, aquel 30 de noviembre de 2019, cuando firmaron tablas 1-1.
También en el pasado reciente hubo algo que unió al club presidido por la “Brujita” Juan Sebastián Verón y a Atlético: el amor por el entrenador Ricardo Zielinski, aunque más profundo y duradero en tierras tucumanas.
Hace pocos días, y en función del (triste) protagonismo adquirido por Fernando Espinoza el sábado pasado en el Monumental “José Fierro”, volvió a la memoria ese partido que Estudiantes le ganó al “decano” en el por entonces denominado estadio Único, con la repetición del penal atajado por Cristian Lucchetti y la victoria final por 3-2 para el anfitrión, en abril de 2016.
En fin, memorias del fútbol que unen y que separan. Pero lo que más distanciaba a ambos en este miércoles de temperatura otoñal en la capital bonaerense era el factor anímico, cómo llegaba uno y otro a la cita de la fecha 11.
Quedó escrito: en la previa, estado de luna de miel para los “pincharratas” y sensaciones extrañas en el campamento “decano”, profundizadas por la viralización de la foto que da cuenta de la “visita” del jefe de la barra brava, Gustavo “El Gordo” González, a los jugadores de Atlético en el vestuario.
Semana corta, que incluyó comunicados, declaraciones, reuniones dirigenciales. La preocupación, instalada en el horizonte de un Atlético que en los últimos meses se había desacostumbrado a pasarla mal de forma consistente.
Curioso: muchos resultados previos deberían haber ayudado a sembrar una suerte de “tranquilidad mínima”. Por ejemplo, al perder Unión frente a Argentinos Juniors, Atlético ya no podía quedar último esta fecha. Banfield fue goleado y Central Córdoba empató, no pudieron escaparse en los promedios. Platense perdió y Sarmiento recién juega hoy.
En fin, puede parecer una minucia, pero cuando se compite, y más en tiempos magros, siempre se lo hace contra otros (rivales directos) y en relación a otros (rivales indirectos, que en este caso luchan por no descender).
El estadio lució casi lleno, con al menos 30.000 espectadores vestidos de rojo y blanco. Silbaron al unísono ante la información de que el inicio del partido se demoraría 15 minutos debido a cuestiones de la televisión (atraso en cadena de cotejos anteriores transmitidos por la misma señal).
Y vivaron a cada uno de los suyos en ese show previo que arman en su nueva casa, en una presentación símil estilo NBA: con el león como mascota y luces que se apagan y se encienden mientras la voz del estadio pronuncia cada nombre.
Por fin se asomaron por el túnel los protagonistas, para arrancar las acciones exacta e impuntualmente a las 21.52. Con rostros serios los futbolistas de Atlético, visiblemente más relajados los semblantes de los jugadores del anfitrión. En consonancia con sus presentes, al menos hasta que la pelota empezó tarde en la noche.